Si has notado un cambio en tu feed de Instagram últimamente, no estás solo. La estética dominante de la plataforma está experimentando una transformación significativa que los expertos han bautizado como "autenticidad manufacturada": una tendencia caracterizada por contenido aparentemente espontáneo y sin filtros que, paradójicamente, requiere tanta o más planificación que las publicaciones altamente producidas que dominaron la plataforma durante años.
Este fenómeno, que ganó tracción a finales de 2023 y se ha convertido en dominante durante 2024, representa una reacción al hastío generalizado con la estética hiperpulida y poco realista que caracterizó a Instagram durante su primera década de existencia.
"Estamos presenciando una respuesta al agotamiento visual", explica Raúl Jiménez, profesor de Comunicación Visual en la Universidad de Sevilla. "Después de años de saturación con imágenes perfectas, los usuarios anhelan autenticidad. Lo fascinante es que esta nueva 'autenticidad' es, en muchos casos, tan cuidadosamente construida como la perfección que pretende rechazar".
La tendencia se manifiesta en diversas formas:
• Fotos deliberadamente mal encuadradas que simulan capturas espontáneas
• Iluminación imperfecta que imita condiciones naturales adversas
• Poses que parecen casuales pero son cuidadosamente estudiadas
• Revelación selectiva de imperfecciones mientras se ocultan otras
• Uso de filtros que imitan cámaras antiguas o fotografía analógica
• Pies de foto aparentemente sinceros pero estratégicamente formulados
María Vidal, influencer con más de 300.000 seguidores, reconoce abiertamente esta dinámica: "Antes podía pasar tres horas editando una foto para que pareciera perfecta. Ahora paso el mismo tiempo haciendo que parezca que acabo de tomarla sin pensarlo. Es una nueva forma de perfección, solo que con reglas diferentes".
Las marcas también están adaptándose rápidamente a esta estética. Campañas recientes de importantes firmas de moda y belleza han abandonado el aspecto pulido de estudio en favor de imágenes que parecen tomadas con un teléfono móvil en condiciones cotidianas, aunque en realidad son producidas con equipos profesionales.
"Es una estrategia de autenticidad calculada", señala Carmen Ortiz, directora creativa de una agencia de publicidad madrileña. "Las marcas han entendido que la apariencia de espontaneidad genera mayor identificación con el consumidor actual, pero detrás hay tanta planificación como siempre, solo que invisible".
El fenómeno plantea interrogantes fascinantes sobre la naturaleza de la autenticidad en la era digital. Algunos críticos argumentan que esta tendencia solo profundiza la confusión entre lo real y lo fabricado, mientras que otros la ven como una evolución natural hacia un lenguaje visual más sofisticado.
"La autenticidad manufacturada refleja nuestra relación ambivalente con las redes sociales", opina la socióloga Lucía Torres. "Queremos parecer reales, pero también queremos gustar. Queremos mostrar vulnerabilidad, pero de manera atractiva. Es una contradicción fundamental que esta estética intenta reconciliar".
Para los creadores emergentes, esta nueva norma estética presenta tanto oportunidades como desafíos. Si bien reduce la barrera técnica de entrada (ya no es necesario equipo profesional para crear contenido visualmente aceptable), impone nuevas exigencias de sutileza y naturalidad que pueden ser igualmente difíciles de dominar.
"Paradójicamente, hacer que algo parezca auténtico requiere mucha técnica", concluye Pablo Herrera, fotógrafo especializado en contenido para redes sociales. "Es el nuevo virtuosismo: hacer que lo extremadamente calculado parezca completamente casual".
